Como mandamientos:

Es bueno ir a la lucha con determinación, abrazar la vida y vivirla con pasión. Perder con clase y vencer con osadía, porque el mundo pertenece a quien se atreve y la vida es mucho para ser insignificante.
Charles Chaplin

A veces uno sabe de que lado estar simplemente viendo los que están del otro lado.
Leonard Cohen

viernes, 1 de febrero de 2013

De aquellos circuitos amorosos...



     



     

   Hablaremos esta vez de aves exentas de pluma. De los varones que como pollos descabezados parecían ir sin rumbo tras el rastro que dejaban las hembras que, cual avestruces de cuello erguido, portaban sus reales por el circuito amoroso ubicado en la calle Real o de Cervantes aquellos años, en los que antes de ser un saltimbanqui titiritero, a este púber adolescente le inundaban el ser calores infinitos y pasmos que traducidos quedaban en espasmos en el solitario hacer de los placeres solitarios. Aquellos que el padre Jorge Loring Miró, jesuita nacido en Barcelona el 30 de septiembre de 1921, describe y demoniza con todo lujo de detalles en su exitoso libro Para Salvarte, que en edición con cubierta roja para los ardorosos varones y en verde para las candorosas damas, lleva vendidos más de un millón de ejemplares a lo largo y ancho del mundo mundial. Les recomiendo que en versión PDF lo descarguen, (no vale la pena que lo compren pues poder podría darles un infarto y señalar a este pobre hacedor de escritos como el causante de tan fatal desenlace), porque así lo permite el presbítero mencionado, para su posterior disfrute y deleite. Habrán de espantarse al observar las conclusiones a las que llega el citado cuando asevera que las practicas masturbatorias conducen a la obsesión y locura sin remisión, (¡donde habrían de estar múltiples y variopintos bichos de dos patas si así fuera!) que el sobeteo durante la práctica de actividad tan liviana como el baile es síntoma de lascivos y lujuriosos tarambanas, y en fin, que quieren que les diga, descubran a tan excelso sujeto por ustedes mismos y después me cuentan el resultado.

   Digamos, volviendo al relato, que había un tramo corto y como más apresurado. Aquel que comprendía el recorrido que iba desde el antiguo cine del Patito hasta la añeja tienda de Amando, Ya imagina este escribidor que una cantidad ingente de jóvenes lectores se deben haber quedado como en trance y faltos de recursos cuando mencionar he mencionado aquel comercio perdido entre las brumas del recuerdo. Por ello, refrescar he de refrescarles la memoria para decirles y aclararles que este bazar de zapatos y complementos varios relacionados con el digno hacer de la zapatería, estaba en lo que en estos días de miseria es la sucursal en el pueblo de la Caja de Castilla La Mancha y antes fue el estudio fotográfico del valdepeñero Navarrete. Por cierto, ¿recuerdan, amigos y amigas míos, la odiosa profesionalidad del referido? Cuando entrabas en el vetusto estudio que regentaba, el tiempo se detenía, parecía que las horas no pasaban y que el ambiente dormía en un profundo sopor de espesura cansina, mientras con la mejor intención y en la honrosa tarea de cumplir a rajatabla con la esencia del oficio, aquel buen hombre se deshacía en un mar de peticiones, poses y posturas, que bien podían elevar a creer a quien fotografiado resultaba que era modelo de alto copete siendo churriego de menguada hacienda.

   También podía verse alargado el aludido circuito hasta el jardín sin flores de la escuela del Jardinillo encaminando los pasos hacia el sur o hacia el puentecillo del Llano si se perdían sin rumbo buscando el norte. Y era allí, a partir de aquel lugar clavado como divisa al fuego, donde estaba el límite de lo pasable, donde se encendían las pasiones y se desbocaba el instinto que, al igual que a toros bravos en busca de los chiqueros, conducía sin remisión hasta la oscurana del paseo del cementerio, donde a la vez machos y hembras, parejos y de la mano, daban rienda suelta a la pasión con tal fogosidad y apasionamiento, que poco importaba ya, llegados a tales extremos, el temor implícito a posibles apariciones, dada la cercanía del camposanto, de fantasmas llegados de la ultratumba o del progenitor, más terrenal y palpable, de la Julieta de turno, que bien pudiera, sin previo aviso, molerle a palos las costillas al fogoso Romeo pretendiente.

  No duden que eran tiempos de muy variados comportamientos, unos aún anclados en la época pretérita que se había vivido y otros abrazados al nuevo periodo que se abría con el final del dictador y la sombra de su bota. Por ello no resultaba todo tan condescendiente y liviano como en estos días de pase por la entrepierna y es por eso que pasar el límite descrito era síntoma de catástrofe, lucubración y comentario que tildar podía al masculino integrante del dueto de macho con dos pares de cojones y a la fémina componente, que tiempos de imperdonable machismo, de calentorra y dada sin desmesura al arte del metemanos.

   Entretanto, los que con menos ardores vivían, se afanaban en el rito ancestral de perseguir a la dama pretendida  que acompañada iba, y a veces hasta cogida del brazo, de amiga de confianza o hermana de mayor edad y conocimiento, por lo general mas fea y de menos grácil compostura, qué amargaba la vida al pretendiente y tenía la misión encomendada de referir, una vez llegadas ambas al calor  amistoso del brasero de la casa, los devaneos del candidato demandante y la hechura con que había aguantado la pretendida los envites del solícito macho.

   Así, emperifollados ellos con el atuendo de los domingos, por lo general escaso y hasta ridículo, que descansaba durante toda la semana envuelto en el fondo del baúl entre bolas de alcanfor, luciendo la tez afeitada horas antes en las insignes barberías de Sales Cordoba o Angelito “El Cabezón”, peinadas ellas sus testas sublimes en las peluquerías de Belén y la María, oliendo a colonia del Varón Dandy, olor que quedaba difuminado al llegar a la intersección que en la calle del Cura formaba la mezcla a refrito pestilente que emanaba del Bar de La Campana, la tasca del Botas, el chamizo de Mauricio y la bocacha inmunda del Cine de Cervantes la vida pasaba y el tiempo, ese que con los años se nos va tornando escaso, discurría sin pausa, sin otro menester que no fuera esperar un nuevo día para seguir viviendo y otro inédito amanecer para disfrutarlo.

 


    

                                                                     
    


10 comentarios:

  1. Yo he paseado sí, pero claro aunque no son tantos años los que nos separan a tí y a mí, estas cosas no las he vivido. Si he ido al bar de la campana, del botas, y por supuesto al cine, sobre todo los domingos por la mañana con mi hermano Juanma, mi madre nos mandaba para quitarsenos de encima,je,je.

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    1. Las vivirías sin vivirlas, porque ya andabas en esos años como se dice "de baberillo". La Campana, Luis, el Botas y Mauricio que tenía tantas buenas tapas como mela leche. Y el cine, que pena, hoy debe ser pasto de palomas, ratones y gatos. Un saludo Ana ...

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  2. Que nostalgia. Yo he paseado de crio mucho por esa calle, aunque nos fuimos a La Carolina cuando yo tenia 11 años recuerdo mucho mi pueblo. Y bueno que decir del cine del Patito, mi padre fue acomodador y portero y como en la puente ponían la cartelera en mi esquina, íbamos mucho a ese cine.
    En invierno llevabamos el carbón desde al almacén y encendíamos la caldera para que luego se estuviera agustito. En fin muchos recuerdos. Un saludo paisanos de Miguel Sanchez Bustos
    Msbustos61@hotmail.com

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    1. Y quien eres tu amigo?. No logro ubicarte, aunque tal vez te conozca. Por los recuerdos que me cuentas no debemos ser muy dispares en años. Busqué tu nombre en Google y dí con un Miguel Sanchez que había editado un libro sobre temas mineros. Eres tu?. Gracias por haberte pasado por esta humilde posada de escritos donde siempre tendrás la puerta abierta...

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  3. Recuerdo todo aquello, aunque yo me marche con catorce años, y no tuve tiempo de pasear con pretendiente alguno, pero si recuerdo de como les quitaba el abrigo, que lo llevaban en los hombros,para ver como Iván cogidos de la mano, eso nos resultaba morboso ver a las parejas cogidas por debajo del abrigo, tirábamos de el y salíamos corriendo, ahora no ace falta no ai esa privacidad, esos son recuerdos que se quedan para siempre, un saludo y sigue escribiendo...

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    1. ¿Que tiempos de recato y sumisión amiga!. ¡Y todavía hay quien los quiere ver de vuelta!. Es cierto que se tenían ciertos valores como el sentido del respeto y el deber que parecen haberse perdido en estos aciagos momentos que vivimos pero con lo bueno y lo malo puesto en la balanza prefiero lo de ahora a lo de antes. Tal vez por ello viajo de vuelta tanto, para rescatar del olvido asuntos y cosas que unas veces parecen increíbles y otras a veces se añoran. Gracias por entrar, la puerta siempre está abierta....

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  4. Me cuentan que en la subsodicha calle Cervantes los varones iban por una cera y las féminas por la opuesta y cuando se entendían con la mirada, al cabo de muchos pasicos "parriba" y "pabajo", solo entonces, es cuando iniciaban ambos el camino al centro de la calle y empezaba una nueva relación. De ahí que hubiese tantos zapateros en el pueblo, entre ellos tu padre, para arreglar las suelas y tapas desgastadas de tal ajetreo (amén de que no había dinero para zapatos nuevos). Maurito, estoy seguro que a mucha gente les has recordado aquellos tiempos en los que, a pesar de tener mucho menos para subsistir, seguro que disfrutaban de esos momentos de paseo como si la vida les fuese en ello.
    Dos besos retorcíos como siempre de este ciezo cansino que tanto te admira y quiere.

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  5. Perdóname, ciezo del alma mía, que te haya dejado como abandonado, pero debí ponerme a contestar los comentarios y ser llamado por la santa para cualquier menester mundano, con lo que con mi eterno despiste olvide volver por estos pasos. Hoy me di cuenta y `presto me puse a contestar a tan fiel seguidor. Es cierto lo que cuentas. Los santacruceños de aquella época eran como leones en circo romano acechando a sus presas. Así, hasta mareados podían quedar de dar tantas vueltas al tontódromo. Y zapatos gastaban, que te va a contar este pobre servidor, si al taller remendón de mi padre iban unos cuantos a parar para ser reparados y después repartidos casa a casa por el pueblo dentro de un saco de arpillera. Pero esa es otra historia que algún día deberá de ser contada. Besos retorcios de vuelta hacia las jachas tierras...

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  6. Gregorio Márquez10 de marzo de 2013, 5:08

    No me canso de decir que tienes muy buena mano para la pluma Mauro.
    Tu relato me trae recuerdos de mi adolescencia, de cuando nos juntabamos los amigos para ir al cine del Patito, o al cine de Antonio, y desde allí nos íbamos a hechar la partida del futbolin en casa del Chato, donde se nos iban las horas muertas. Todavia no pensabamos en amores, y era cuando empezabamos a tomar nuestras primeras cervezas, bebida que a mi no me gustaba, pero por aquello de que uno ya parecia mas hombre...
    Y entre el butbolin y los bares, también le dábamos buenas vueltas al ´´tontódromo"

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    1. Perdona, pavo mío del alma, que no te haya contestado antes este comentario pero no lo había visto. En los años relatados aún no éramos tan amigos aunque ya nos conocíamos y es vedad que te recuerdo en los sórdidos futbolines del Chato jugando la partida con Torrero, Molina, Altamirano y tantos otros. También empezábamos a fumarnos, al menos yo, los primeros cigarrillos, Peninsulares debían ser, que portaban en sus entrañas estacas tan grandes como los postes telefónicos. Es verdad que le llamábamos el tontódromo, ¡que tiempos!. Gracias por pasar por la fonda. Nos vemos...

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