Por ello, por no entrar en batalla, siendo uno pacifico como es, di en
pulsar ipso facto el botón del aparato que pasa la función a radio y he aquí
que me encontré, sin comerlo ni beberlo, de improviso y sin aviso con la voz
gangosa de Mariano Rajoy Brey, presidente del Reino de España, que en ese
momento preciso discursaba desde la tribuna del Congreso de los Diputados las
medidas con las que habrá de meternos aún más las jodidas cabras en el corral y
como siempre digo aquello de “a lo hecho pecho” me dispuse a escuchar durante
el regreso a la villa de mis amores lo que a bien quisiera contar tan insigne
personaje y los que habrían de venir detrás, que también son unos cuantos.
Ya sé, que no suele ser del agrado de todos, que en estas páginas que
suelen oler a vetusto se hable de politiqueo, pero tendrán a bien coincidir
conmigo en que en estos momentos deleznables, frágiles y quebradizos, hemos de
tomar partido, de decir lo que pensamos y de defender nuestros derechos, esos
que se lograron luchando durante décadas y que estos siniestros gobernantes
quieren borrar de un plumazo de la faz del suelo patrio. No crean que hoy por
hoy distingo en exceso entre los de la acera que ahora gobierna y los de la
contraria que empezaron el melón y gobernaban antes. A día de hoy lo que me
enoja es la cara dura con que quieren vendernos que esto se hace por el bien de
todos y el hecho de que esperen que como obedientes borricos de carga
condescendamos con todo, mientras nos asoman para empujarnos al borde del
precipicio.
Así, a la altura de Calzada de Calatrava, “la Calzá” que dicen
algunos”, el ínclito personaje antes nombrado ha dicho, entre otras
“exquisiteces”, que a partir del sexto mes de cobro del subsidio de desempleo,
este se reducirá a un cincuenta por ciento para incentivar al desempleado a que
busque con premura trabajo. Visiono a la santa, que lleva gafas oscuras al
estilo de José Feliciano, y ni se inmuta, mientras un calambre de cabreo me
recorre desde la nuca hasta la curcusilla del culo, porque digo yo, aunque sé
que si lo ha hecho, que o este hombre es imbécil de remate o no ha pensado que
en un país donde el mismo acaba de decir que a fin de año habrá de haber medio
millón de parados más, difícilmente puedes pedir a quienes por “la vagini” está
llamando vagos, que encuentren empleo. Viene después otro paquete de medidas
que habré de obviar para no cansarles, pues ya les adivino informados, hasta
que enfilando ya la carretera que nace desde el pueblo antes mencionado hasta
mi churriega villa, aparece en escena el Rubalcaba, calvo como un servidor y
con el espíritu alicaído desde que noqueado quedara en las pasadas elecciones.
Tampoco me dice nada que ya no sepa con lo cual mi hastío, irritación y
cansancio se hacen merecedores del Oscar de la Academia. Me da la impresión de
que este hombre hasta le lame un poco el culo, perdonen queridos y queridas
míos al insigne prócer que rige los destinos patrios y es así como ya diviso a
lo lejos el cerro que en su cima tiene la ermita que da cobijo a San Roque,
santo que dicen, para el que lo quiera creer, que libró al pueblo con su plebe
de la plaga de la peste y me pregunto, no hace falta cavilar mucho, si no
habría de ser buena idea el sacarlo en procesión para que nos quite de encima
esta, que en forma de plaga humana, amenaza con asolarnos. Es el justo momento
en que ha comenzado su disertación el representante de los nacionalistas
moderados catalanes, “pa tu prima el pisto”, Josep Antoni Duran i
Lleida que un servidor reconoce como buen orador y educado diputado, pero que
desde que el mundo rota, y ya hace un rato, ha sido un vendido
al mejor postor, ya fuera este de un color o del contrario.
Por ello, harto ya de escuchar tanto improperio y después de echarle de
refilón un nuevo vistazo a la santa, “ la suegra dormita y jamás es
mujer que incomode a nadie”, compruebo que ni debe pestañear tras esas
gafas que debió regalarle el Stevie Wonder, por lo que sin pensarlo dos veces
vuelvo a pulsar la tecla del aparato que habrá de devolverme a la escucha de mi
preciada colección de canciones inolvidables y emergen por los altavoces del
carricoche los suaves acordes del Onmadawn de Mike Oldfield mientras nos
acercamos a la frontera del pueblo que se debate entre las obras interminables
que acondicionan el nuevo trayecto de la autovía y que al menos por unos meses
nos han rescatado del sopor y la apatía, dando vida y trabajo a este rincón de
la Mancha. Es entonces cuando pienso que este hombre llamado Mariano, que los
hados de la fortuna parecen habernos echado en suerte como por un designio
divino y que no tiene otra palabra en boca, ni por la misma musita otra que no
sea: ¡Austeridad, austeridad, austeridad!, debiera ser obedecido,
que “pa” ello es presidente, y no estaría mal darle de su medicina con
una receta que se me ocurre y me gusta. Les cuento y prometo que termino.
En principio quien a bien tuviera la idea de cambiar el coche, hoy
por hoy vana y confusa, que se quede con el que tiene, aunque como el mío
tenga más kilómetros que el baúl de la Piquer y si revienta, a por uno del
desguace de Zapatones, en buen uso y que cueste poco. De comprar zapatos caros
y ropa de diseño olvídense, que la compren Rajoy y su Soraya, nosotros al
mercaillo los martes a por calzones, blusas y atuendos baratos, que nos están
los tiempos para tirar. De suculencias y marcas a la hora de comer, ni miejita
de na, al Mercadona que es barato o al huerto del vecino que es ecológico y
además vende unos huevos cojonudos que le ponen las gallinas nada comparables a
los de Becerra y volvamos al tiempo de los candiles y velas, fuera luces que
deslumbran y alucinan.
Y así les podría seguir contando setecientos asuntos más, que parecen
banales y sin importancia pero que la tienen y gorda. De esta manera, comprando
lo justo y dejando que todo se inmovilice, todo a la vez se iría a la, perdonen
la grosería, mismísima mierda bendita. Y como colofón, huelga perpetua, todos a
dormir y a bostezar bajo un sombrero mejicano “pa” protegernos del sol y que
trabajen los señores diputados que para ello les pagan.
Bien sabe este servidor de ustedes, y así lo piensa cuando por fin llega
a su morada y se dispone a descansar, que no es está la solución, aunque así
nos la quieran vender, más bien al contrario, lo necesario sería que cada cual
disponga de lo que en justicia merece, para poder, sin aspavientos, vivir con
dignidad y decoro, porque si nadie gasta y todos vivimos con lo justo, y menos,
pocos equilibrios se podrán hacer.
Todavía me queda tiempo para oír con la radio en las orejas, ya postrado
y en la cama, que vuelven a hablar de la prima de riesgo y recuerdo como le
prometía a mi fiel seguidora Victoria que habría de explicarle de que iba el
tema, aunque cierto y verdad es que un servidor también se lía con esto más que
la pata de un romano. Por ello, querida amiga, habrás de esperar a que lo
piense con detenimiento y hasta entonces queden todos con Dios y hasta la próxima,
que habrá de ser si el trabajo y las ocupaciones me dejan, la que refiera el
final de los acaecimientos acaecidos en La Colina.
Con la llegada del verano este escribidor suele cambiar su habitual horario de trabajo, que como saben es nocturno, por el diurno, hecho este que le deja menos tiempo para dedicarse a esto de darle a las teclas y la escritura. Por ello, es posible, que durante un tiempo los escritos se espacien más. Más no abandonen, amigos y amigas míos, la saludable costumbre de pasar por esta casa. Si así fuera queriéndoles como les quiero, me abocarían a la soledad y el desamparo.